Por Ramón Martínez López
Orfeo en el jardín
Víctor Toledo
Laberinto Ediciones, 2024
Orfeo en el jardín es una suerte de obra luminosa, una obra simbólica y total donde el lector se topa de bruces con la verdadera historia del Orfeo triunfante, aquél que recobra a Eurídice, “La de la inmensa justicia”, del Hades.
Bien es verdad que Eurídice puede y debe entenderse como el alma del poeta que, al ser liberada, hace que se encuentre a sí mismo en un jardín; que es, a su vez, el Paraíso o llama interior capaz de apagar la oscuridad.
Poesía, por tanto, estructurada desde el conocimiento de los clásicos y reforzada por la técnica de quien domina el artificio y la retórica poética como nadie.
Desde el inicio de estos versos se suceden los registros de una obra en la que Orfeo se erige como el dios de la Poesía, de la Música, de la Vida y, cómo no, del Amor.
Y es que en el imaginario de Toledo, Orfeo no es sólo ya el huérfano o añorante, sino el hechicero, el mago, el que sana con la luz.
En este sentido, se me antojan claramente reveladoras las palabras de su primer poema, De Orfeo a Eurídice, donde el poeta después de negar la tradición romana del mito órfico, nos dice:
“Yo soy el Poeta de poetas
El que cura con la luz, ese es mi nombre
Triunfé sobre la muerte
Mi poesía es la magia más completa
La más cíclica y más alta
Mueve los ríos, los astros y estaciones
Y el amor de nosotros
La Verdad
Ya es un solo azul dorado
Que brilla eternamente”.
Una poética, como decía al principio, luminosa, lumínica y clarificadora, en la que los mitos y símbolos acaban reinventándose y “resignificándose”, hasta dar sentido a la Poesía y a la Vida.
En suma, versos necesarios y vitalistas en esta continua lucha de la vida contra la muerte y de la luz sobre la oscuridad.